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La geografía oral de Costa Rica: el sistema de direcciones como patrimonio cultural

1. El sistema de direccionamiento en Costa Rica se distingue por su originalidad y por el profundo vínculo con la cultura local. El país adopta un modelo idiosincrático, basado en puntos de referencia, memoria colectiva y una buena dosis de intuición.
A diferencia de los sistemas urbanísticos planificados y de las estructuras toponímicas regulares que se encuentran en muchas ciudades del mundo, el contexto costarricense se ha desarrollado de manera espontánea, a menudo sin una numeración cívica sistemática o señalización coherente. En muchas áreas, los nombres oficiales de las calles existen solo en documentos administrativos, mientras que los residentes continúan orientándose a través de referencias compartidas, transmitidas oralmente.
Esta forma de navegación hunde sus raíces en la historia urbana del país, cuando el conocimiento de los puntos de referencia era esencial para moverse y comunicarse en el espacio.

2. Las direcciones se construyen, por lo tanto, a partir de referencias locales, a veces todavía existentes, a veces desaparecidas pero conservadas en la memoria colectiva. No es raro encontrarse con indicaciones como “200 metros al oeste del viejo cine” o “frente a la casa amarilla con portón rojo”, expresiones que reflejan una forma de geografía oral en la que el lugar se define no en términos abstractos, sino en relación a algo o alguien conocido.
Algunos referentes, como árboles monumentales (“el higuerón”), viejas iglesias o comercios ya cerrados, continúan viviendo en el lenguaje cotidiano, convirtiéndose en puntos fijos de un paisaje en constante cambio.

3. Este modo de orientarse, que puede parecer confuso a los ojos de un extranjero, constituye en realidad un elemento profundamente arraigado en la cultura costarricense. Es un sistema que se basa en el conocimiento compartido, en la memoria histórica y en las relaciones de proximidad dentro de las comunidades.
En particular, en las áreas rurales, donde las calles son a menudo de tierra y carecen de señalización, la capacidad de ubicar un lugar a través de símbolos locales – una escuela, una iglesia, un árbol – es parte integral de la vida cotidiana y contribuye a reforzar el sentido de pertenencia y de identidad territorial.

Según estudios de la Universidad de Costa Rica, este sistema de localización se basa en tres elementos principales:
• un conocimiento geográfico general del territorio,
• el uso de puntos de referencia fácilmente reconocibles y
• la utilización de señales descriptivas adicionales, como el color de las viviendas, los materiales o incluso la presencia de animales y plantas.

La construcción de la dirección avanza, por tanto, de una escala amplia – provincia, cantón, distrito – hacia una especificidad progresiva, hasta identificar el lugar deseado a través de coordenadas culturales más que cartográficas.

4. También el entorno natural juega un papel decisivo. En un país caracterizado por montañas, ríos, volcanes y selvas tropicales, muchas direcciones incorporan elementos del paisaje: “junto al gran árbol de mango” o “frente a la curva del río” son descripciones comunes que unen funcionalidad y poesía, ligando a las personas con la tierra. En este sentido, el sistema de direccionamiento se convierte en un reflejo de la identidad costarricense, que privilegia la naturaleza, la memoria y la comunidad sobre la rigidez de los modelos formales.

5. Si bien este sistema constituye un testimonio vivo de la memoria colectiva y del vínculo afectivo con el espacio, también presenta desafíos concretos para los servicios postales y las entregas comerciales. Las dificultades operativas se extienden también al campo de la seguridad pública: la falta de una localización precisa puede, de hecho, retrasar la intervención de ambulancias, fuerzas de policía o bomberos, con consecuencias potencialmente graves.

6. En las últimas décadas, las autoridades han intentado introducir sistemas de direccionamiento más estandarizados. A partir de 2006, en algunos cantones se han instalado señales viales y se han asignado nombres oficiales a las calles, mientras que Correos de Costa Rica ha desarrollado herramientas digitales para favorecer la normalización de las direcciones. Sin embargo, la adopción sigue siendo lenta. Muchos ciudadanos continúan prefiriendo las descripciones tradicionales basadas en puntos de referencia e incluso las empresas a menudo presentan en sus sitios o tarjetas de presentación ambas versiones: la formal y la “a la tica”.

Como ha observado la periodista Katherine Stanley Obando, este lenguaje “es un código reservado a los de adentro”, una forma de compartir pertenencia más que información geográfica. La resistencia al cambio se debe no solo a la costumbre, sino también a una visión del territorio que privilegia la relación humana y la familiaridad sobre la rigidez de la cartografía.
Dar indicaciones en Costa Rica es un acto social que presupone confianza y cooperación: quien pide información y quien la proporciona se reconocen en un mismo sistema de referencias culturales. En un contexto donde la expresión “pura vida” sintetiza un modo de vida caracterizado por la calma y la cercanía humana, también la orientación geográfica se convierte en parte de este ethos colectivo.

7. En los últimos años, la difusión de las tecnologías digitales ha introducido formas híbridas de orientación. Aplicaciones como Google Maps y, sobre todo, Waze, han incorporado cada vez más puntos de referencia costarricenses, adaptándose a la lógica cultural del país en lugar de sustituirla.
Paralelamente, algunas startups locales han desarrollado servicios capaces de traducir las descripciones tradicionales en coordenadas GPS, combinando eficiencia tecnológica y respeto por la tradición.

El sistema de direccionamiento costarricense no es solo una modalidad práctica de localización, sino también un reflejo de la identidad nacional.

La combinación de geografía, lenguaje y memoria colectiva expresa una visión del territorio profundamente relacional, donde la orientación no es un hecho puramente espacial, sino un acto de comunicación y comunidad.