Mi nombre es Enzo Salvatore Prearo Mazeto, nací en Pontecchio Polesine, provincia de Rovigo el 04 de febrero del 1929, y hoy vengo a contarles un poco de la historia de mi vida. Desde que nací mi padre siempre trabajó dentro de un molino de trigo, tanto así que ni siquiera estuvo presente durante mi nacimiento, por lo tanto, siempre he estado involucrado en la molienda del trigo de una o de otra forma.
Mis padres estuvieron instalados en Pontecchio Polesine alrededor de 8 años, tiempo después nos trasladamos hacia Módena provincia de la Emilia-Romaña, a un molino que se llamaba Molini Nuovi donde pasé el resto de mi niñez. Solo pude realizar los estudios básicos de primaria, Italia estaba saliendo de la primera guerra mundial con altas tensiones políticas y militares y a las puertas de la segunda guerra mundial; yo era el hijo mayor de 3 hermanos, éramos una familia humilde, y por circunstancias de la vida no tuve oportunidades para seguir estudiando, comencé a buscar trabajo, por dicha como mi padre trababa en el molino, me dieron una oportunidad laboral como operario. Siempre fui autodidacta y apasionado por el conocimiento, poco a poco logré ir haciéndome espacio y un nombre en el ámbito, mejorando y superándome.
Tanto Italia como toda Europa se vieron gravemente afectadas por la segunda guerra mundial; como trabajaba en el molino y era necesario alimentar a los soldados y al pueblo, pude ser eximido del servicio militar a través de un permiso especial, por fuerza mayor tuvimos que trabajar tanto en el molino, como en la producción de la pasta, ayudamos a las mujeres que en aquel entonces hacían la pasta para alimentar los ejércitos, estuve ahí hasta la edad de 18 años.
En el 48 mi buen trabajo y desempeño me llevaron a otro lugar de Italia, a Ravena, donde el dueño del molino de Modena, hizo una nueva unidad con el nombre de Molino Pineta, del cual estuve a cargo alrededor de 10 años. Ravena era una ciudad muy cerrada a los foráneos, yo era un extraño en este pueblo, hablando un dialecto distinto, por lo que solía estar muy aislado, por lástima.
En una ocasión, uno de los operarios me invitó a la boda de su hermano, donde conocí mi futura y actual esposa, ella me habló la primera vez casi que por lástima cuando su hermano le pidió que hiciera un baile conmigo ya que siempre estaba solo, no sé qué me vio en esa época, pero de una forma u otra comenzamos a salir y luego de 5 años de novios, decidimos casarnos en el 54. Ella me ha acompañado durante 69 años de mi vida, y es quien me ha apoyado en todas mis largas batallas, ideas y viajes.
Tiempo después regrese a Modena, pero la situación no eran tan buena, ya estaba casado y con un niño en camino, en un país y una economía de la pos guerra, y donde las oportunidades solo se presentan una vez en la vida, decidí realizar un examen del arte de la molinería, mis notas fueron sobresalientes, por lo tanto casi de inmediato me llamaron para ofrecerme ir a Mexico o a Brasil para administrar una unidad, sin conocer ninguna de las opciones me incliné por Mexico y me instalé en un lugar llamado Sonora al noroeste de la capital, cerca de California, un lugar inhóspito, con un clima terriblemente desértico, saliendo de Italia en Diciembre del 55, fue un cambio terrible de clima, mi mujer e hijo lo resintieron por varios años.
Cuando llegué tenía la ilusión de encontrarme con un molino grande como los de mi tierra y a los que estaba acostumbrado, al llegar me lleve una gran desilusión al ver que era mucho más pequeño de lo que yo esperaba; un día y sin esperarlo llegó un señor italiano con unos conocidos suyos suizos, venían a buscarme, porque habían notado que la harina que estaba saliendo de este molino era de muy buena calidad para el lugar y la época, me invitaron a visitar un molino en Navojoa, apenas lo vi me enamoré, era muy bonito y grande, decidí quedarme y por 8 años estuve administrando esta unidad, pero fue muy difícil para mi y mi familia, el clima era aun mucho más pesado que en Sonora, donde en ocasiones teníamos hasta 50C de calor a la sombra.
A pesar del calor y las condiciones climáticas, estaba feliz en Navojoa, pero vendieron este molino, y yo siempre dije que no iba a ir tan lejos de mi tierra para que me pisaran los pies, por lo que nos devolvimos a Italia para las fiestas de Navidad, por desgracia falleció mi suegro, mi suegra no quería que nos volviéramos a ir tan lejos, ya que mi mujer era la única hija mujer que tenía y había añorado toda su vida, así duramos dos años aproximadamente en Italia.
Los que me conocían en México, seguían llamando, para que regresara, me estaban ofreciendo administrar un grupo de molinos en Puebla ya que estaban detenidos por mala gestión del administrador anterior, me tuvieron mucha fe, al saber cómo era yo en mi trabajo, que ya anteriormente había agarrado un molino viejo y lo había transformado a una unidad nueva a punta de arduo trabajo, entonces me decidí, partimos en el 64 donde estuvimos 2 años y 7 meses. Siempre recordaré lo que me dijeron al llegar “No te vayas a enamorar aquí porque nosotros tenemos un molino para ti”, y ese molino era aquí en Costa Rica, una vez más tampoco tenía idea de dónde o cómo era ese país, pero a todo se le hace la costumbre cuando uno lo necesita.
Llegamos a Costa Rica en el 66, en ese momento estaban instalando las maquinarias, una parte venía de México y la otra de España; acá también fue duro, no por el clima, por dicha este país no tiene un invierno donde haga frío, gran parte del año tienen un clima muy agradable, pero eso si llueve mucho.
El problema mayormente es que los operarios eran humildes campesinos que estaban acostumbrados a coger café, fue muy complicado poder enseñarles el proceso de la molienda, pero después de 2 años y medio más o menos pude por fin respirar y comenzar a ver los resultados, los dueños y los empleados estaban muy felices conmigo, me sentía muy feliz y realizado por haber iniciado y sacado adelante un molino en un lugar donde inicialmente no estaban acostumbrados a comer harina
Para aquella época toda la harina que se consumía en el país era importada, teníamos el problema de que todas las panaderías habían firmado una declaración de que no querían consumir el producto local al considerarlo de baja calidad, un concepto común en esta zona que ha ido cambiando poco a poco con el pasar del tiempo y el arduo trabajo que hemos invertido para siempre hacer los productos de alta calidad y hoy en día Molinos de Costa Rica produce mensualmente 16 mil toneladas de harina al mes.
Con el paso del tiempo pudimos introducir el producto más ampliamente, con mucho esfuerzo, estos muchachos que trabajaban conmigo, me entendían y tenían ganas de prosperar y de avanzar, gracias a Dios alcancé a llegar a esta altura en mi vida y en mi carrera, demostrando que con trabajo duro se puede surgir y crecer, le agradezco mucho tanto a mi hijo como a mi mujer por apoyarme en todas estas dificultades y principalmente nunca abandonarme y permanecer a mi lado como mi familia.
Mi vida fue muy dura, abandonar mi casa, mi país y mi familia a probar suerte en un desierto sin conocer el idioma, ni la gente, ni sus costumbres, pero, las vueltas de la vida me trajeron aquí, ya son 56 años que estoy como responsable de la producción de harina y subproductos del trigo en Molinos de Costa Rica y me siento muy bien, pero como toda buena historia siento que se va acercando su fin, ya se me van los años porque ya lo estoy sintiendo, me gusta mucho lo que hago, y honestamente no me gusta la idea de dejarlo porque me hace falta el ruido que hace este molino al respirar junto a mí.
En estos momentos me da mucha nostalgia, porque estamos sacando las maquinarias que colocamos cuando vine por primera vez a Costa Rica a instalar e inaugurarlo, pero estamos construyendo el molino del futuro al cambiar por maquinaria más moderna y computarizada.
Hoy en día ya tenemos 2 unidades italianas que son completamente automáticas y es una maravilla para la ingeniería moderna y para mí, cada vez que lo veo solo puedo pensar que es una joya y una bendición, todo con maquinaria italiana, que es lo que más me gusta, porque el día en que llegue a faltar, me queda la satisfacción de saber que queda mi legado estampado en este molino, que hice con tanto esfuerzo.
Porque yo le dije a los dueños que esta maquinaría es mucho mejor que otras, pero hasta que no lo vi en movimiento y despachando producto, las noches fueron muy largas para mí, pero gracias a Dios alcance a instalarlas en ese entonces a mis 92 años, me da gusto que hasta ahorita todo me ha salido de maravilla.